lunes, 9 de noviembre de 2009

Fulcanelli (1837-1932)


Es mucho lo que se ha escrito sobre la vida de este personaje, pero la mayor parte de sus biografías están basadas en testimonios inciertos, pues al parecer ocultaba expresamente toda información sobre su persona, propiciando la circulación de infinidad de rumores. Se ha especulado sobre su posible nacimiento en 1877 en Villiers-le-Bel (Francia) y su muerte en la pobreza en París el año 1932.
Fulcanelli se movió hasta los años veinte del siglo pasado por Francia y ocasionalmente por España, País Vasco, Sevilla (Andalucía) y Barcelona. Para algunos era un personaje de vasta erudición con importantes contactos y relaciones con círculos selectos e influyentes, como Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc, arquitecto y restaurador de catedrales góticas francesas, con quién compartió su admiración y estudio por el arte gótico, lo que le permitió interpretar con éxito el papel que la alquimia juega en las esculturas que adornan estas construcciones, muy especialmente las impresionantes representaciones en las gigantescas catedrales góticas (relieves, portadas, escultura, suelo, vidrieras).
La identidad de Fulcanelli, está por dilucidar. Incluso podría ser un seudónimo de un colectivo de alquimistas. El nombre de Fulcanelli parece estar relacionado mediante la cábala fonética con Vulcano-Hélios o bien con Vulcano-Hellé .
Con la escasa información y los comentarios de su discípulo y albacea Eugène Canseliet, diversos autores han adelantado varias hipótesis sobre su identidad:
Julien Champagne, pintor francés (hipótesis de Robert Ambelain, René Schwaller de Lubicz, Jules Boucher y Geneviève Dubois).
Camille Flammarion, eminente astrónomo francés (esta hipótesis es sostenida por Frédéric Courjeaud).
El notario o escribiente Rosny-Aîné.
Pierre Dujols, librero parisién de la época.
René Schwaller de Lubicz (versión sostenida por el científico Jacques Bergier).
F. Jollivet-Castelot (tesis doctoral de Pierre Pelvet).
Eugène Canseliet (versión de Paul Le Cour).
El llamado conde de Saint Germain (un personaje, supuestamente inmortal, que aparece públicamente en cada siglo).
Jules Violle, físico francés de renombre (versión de Patrick Rivière y de Jacques Keystone).
Alphonse Jobert, doctor francés (versión sostenida por Richard Khaitzine.
Jacques Bergier menciona en su libro "El retorno de los brujos" que Fulcanelli y otro alquimista se dedicaron a visitar a los más conocidos físicos nucleares entre las dos Guerras Mundiales. Ambos describieron somera pero muy gráficamente en qué consistía un reactor nuclear y advirtieron de los peligros de las sustancias subproductos de las reacciones. Es improbable que Fulcanelli fuera un científico conocido, pues hubiera sido reconocido por algún colega.
Fue autor de dos obras cumbres de la alquimia:
"El misterio de las catedrales" (Le Mystère des Cathédrales), escrita en 1922 y publicada en París en 1929 y "Las moradas filosofales". Para algunos pudo haber muerto en un desván de la calle Rochechouart de Paris sin terminar el tercero y último libro que iba a ser el colofón de su obra: "Finis Gloriae Mundi", título inspirado en una pintura del pintor sevillano Juan de Valdés Leal que en la actualidad está colgada en la iglesia sevillana del Hospital de la Caridad. En ese libro se completaría la revelación del misterio alquímico o verbum dimissum (La palabra perdida) dando respuesta a los miles de años de búsqueda de los alquimistas.
En el año 2001 apareció en francés un texto con el título de Finis Gloriae Mundi como si fuese el texto que en su momento no se publicó. Para la mayoría de los estudiosos es un texto apócrifo ya que dicha obra relata sucesos que acontecen tras la segunda guerra mundial, fecha para la cual se supone al autor ya fallecido. No obstante, otros estudiosos del tema entienden que el elixir de larga vida no es en modo alguno una quimera de la alquimia, sino una de las pruebas de la consecución de la piedra filosofal. El autor de la versión revisada del Finis Gloriae Mundi afirma en la nueva publicación: " No es costumbre que un adepto vuelva a coger la pluma después de haber franqueado la transmutación (...) abandonemos el manto de silencio con el que se cubre quien pasa por las ascuas del fénix", sugiriendo precisamente esto.

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